Juego de brujas es el nuevo largometraje de terror de Fabian Forte (La corporación, Legiones) y plantea diferentes niveles de la premisa “nada es lo que parece”.
Tiene estreno planificado para el mes de junio de este año. Tuve la suerte de verla y a continuación les cuento qué me pareció.
Mara (Lourdes Mansilla) es una adolescente bastante apática. No le interesa ni su familia, ni su colegio, ni su propio cumpleaños. Lo único que le llama la atención son los videojuegos y algunas cuestiones de magia y ocultismo. Pero, lejos del cliché, se nota que su rebeldía nace de cierto enojo. Se puede interpretar que, pese a tenerlo todo en el aspecto material, no lo tiene en el plano afectivo y ese es su gran rencor.
Cuando los dos mundos que ama se juntan en un juego de realidad virtual que le permite transitar un universo mágico, lleno de hechizos, se refugia en él de inmediato. Pero, a partir de un suceso que no voy a spoilear, las dos realidades se fusionan y lo que parecía una misión más del juego pone en riesgo su propia vida.
Decía antes que nada es lo que parece: en primer lugar el juego, que desde el momento en que Mara tiene acceso a él queda claro que no es un entretenimiento inocente. Luego, la propia película, que por su trailer parece estar anclada en lo sobrenatural y, sin embargo, lo fantástico es una simulación vinculada con la ciencia ficción. Y quizás aparezcan varios elementos más alineados en esta premisa.
Uno de los highlights de la peli es el trabajo de arte y foto que hace para diferenciar los dos mundos. Mientras que el mundo real se ve limpio, lleno de formas rectas y espacios amplios, el universo del juego se vuelca al barroco, a través de diferentes texturas y capas de materiales, apuntalando la caracterización de los personajes mágicos, interpretados por Natalia Grinberg, Ezequiel Rodriguez y Virginia Lombardo en un registro que los pone a prueba (prueba que superan con creces).
Hay en el cine más reciente de Forte una temática interesante en relación a la identidad. En Legiones, Helena renegaba de su linaje chamánico. En Juego de Brujas, Mara reniega de todo lo que es. Y, en ambos casos, el giro rumbo al acto final está relacionado con el autoconocimiento y la validación de los talentos propios.
Es posible que en su desarrollo la película nos tienda una trampa y le empecemos a cuestionar. Sin embargo, está construida sobre un guión que desde el primer momento sabe a dónde va y esos pequeños momentos extraños cobran sentido con el cierre.
Con una puesta y narración clásica, Juego de brujas se convierte en una película que cumple lo que promete: terror, mundos mágicos y misiones sobrenaturales. Y además, aporta un componente oscuro, muy oscuro, de esos que hacen murmurar OOOHHHH a la gente en las salas.
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