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  • Foto del escritorAyi Turzi

Respira: terror cotidiano en el campo

Actualizado: 1 mar 2020



Leonardo (Lautaro Delgado) es un piloto comercial que fue despedido por agarrarse a trompadas en el trabajo. El hecho lo afectó mucho más de lo que reconoce: es su esposa Leticia (Sofia Gala) quien lo encuentra deprimido y desmoralizado, y establece un contacto para que consiga un trabajo como fumigador aéreo en el campo, en un pueblo llamado El Remanso. Deciden trasladarse a vivir allí acompañados de su pequeño hijo, y con una naturalidad aterradora se topan con diferentes indicios que todo saldrá mal: un hombre en la estación de servicio (Nicolas Pauls) les advierte que se marchen, los teléfonos pierden señal, el capataz (Daniel Valenzuela) es una figura tan machista como intimidante…

Respira es una propuesta que puede abordarse y disfrutarse desde muchos puntos de vista. En primer lugar, porque cuando se adentra en las sensaciones de la familia protagónica logra momentos de mucha tensión, asfixiantes. Son “los otros”, los visitantes, los que no saben en quién confiar, y no se trata de que les recomienden una panadería, se trata de sobrevivir. Los personajes que pueblan el ambiente rural son extraños, por momentos se vuelven amenazantes, y encarnan dos bandos enfrentados: el que quiere proseguir con las fumigaciones, y el que se ha visto afectado por ellas.

Este es el segundo eje de la trama, que permite vincularla con Naturaleza Muerta y en menor medida con Hipersomnia, obras anteriores de Grieco: cómo se vincula la humanidad con la ecología, cómo en función de beneficios o “necesidades” propias rompe equilibrios que estaban dados con anterioridad y cómo, eventualmente, el restablecimiento del orden en la vida de los personajes conlleva una misión más grande.

Otra veta temática que podemos encontrar, y en la cual indagan películas recientes como La sabiduría (2019, Pinto), es qué pasa cuando los que deben protegerte no lo hacen. El comisario del pueblo, encarnado por Gerardo Romano, da más miedo que confianza, y simboliza a toda una institución cuya puerta es difícil de tocar por temor a “destapar la olla”, a pasar a ser un falso victimario en lugar de una víctima real. Ustedes me entienden.

Todo está sobrevolado por la noción de “drama rural”, que pone en primer plano problemas reales que sufre gente real que vive alejada de las ciudades. En las épocas de nuestro cine clásico una serie de propuestas desnudaban, en tono melodramático más que nada, problemas relacionados con la explotación laboral y la falta de oportunidades. Hoy día, otras producciones (como las mencionadas La Sabiduría y Naturaleza Muerta por ejemplo) retoman estas problemáticas locales y exponen a ellas a personajes extranjeros, que pueden o no salir victoriosos, incluyendo elementos de suspenso y terror.

Sin embargo, lo más destacable (o lo que más me gustó a mí), fue la construcción y el desarrollo del personaje del capataz. Es un tipo abiertamente machista, que atosiga a Leticia ostentando viejos valores patriarcales sobre qué debe o no hacer ella como esposa y mujer. Está hilvanado con una sutileza que lo hace ver vetusto, obsoleto, que lo coloca en un lugar paródico pero sin perder el hilo de “seriedad” que todo buen thriller debe seguir. Está a punto de causar gracia muchas veces, pero nunca lo hace: da paso a la amenaza, a lo intimidante, a la maldad.

Estén atentos a las salas donde pueden verla, y no se olviden que la concurrencia de público el primer fin de semana es fundamental para la permanencia en cartel de las películas argentinas.

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